Detección ecográfica e interpretación de un infarto renal

Un tercio de las ecografías abdominales solicitadas en la clínica de pequeños animales están destinadas al sistema urinario. El infarto renal suele ser un hallazgo común en la exploración ecográfica del riñón de los perros y los gatos.

El infarto renal continúa siendo un diagnóstico de difícil reconocimiento a pesar del reciente desarrollo de nuevas técnicas de imagen. Este tipo de afección tiene una presentación clínica inespecífica, lo que dificulta su identificación. La ecografía proporciona datos exactos sobre el tamaño del riñón y del parénquima renal, e identifica procesos obstructivos o litiasis radiotransparente. Así mismo facilita la toma de muestras mediante biopsia o punción-aspiración con aguja fina para el estudio anatomopatológico o para cultivos. Un tercio de las ecografías abdominales solicitadas en la clínica de pequeños animales están destinadas al sistema urinario.

El infarto renal es un hallazgo común en la exploración ecográfica del riñón de los perros y los gatos (figuras 1, 2 y 3). Se describe como lesión focal con forma de cuña o lineal bien definida de la corteza renal. La cápsula adyacente es cóncava, dada la pérdida de parénquima cortical, la médula no suele verse afectada. Su ecogenicidad puede variar, los infartos crónicos suelen ser hiperecoicos y causan una depresión focal de la corteza, también pueden ser hiperatenuantes y generar una sombra acústica. Aunque sea muy poco frecuente, es posible observar focos de gas dentro de los riñones debido a una infección hematógena o ascendente. En ocasiones, los infartos sépticos pueden dar lugar a abscesos. Con el tiempo, crece un tejido de granulación que elimina la necrosis y el infarto adquiere aspecto retraído y cicatricial.

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